Existen numerosos precedentes en los que un equipo tenía preparada una gran fiesta para celebrar una posible victoria que supusiera la culminación a una gran temporada y al final todo se viene abajo por un mal resultado. El encuentro del Villarreal B en el día de ayer no era la fiesta final, pero si la víspera de esta. Una víspera que se saldó con una derrota por la mínima ante el Gramenet y que dejó en el entorno una sensación parecida a la que se vive cuando todos esos fastos se vuelven estériles a causa de un partido perdido.
El último duelo del Villarreal B como local en la Liga regular comenzó con ambos equipos tanteando los puntos débiles del adversario con la intención de marcar cuanto antes el primer gol del partido. En los primeros quince minutos de juego, tanto Villarreal B como Gramenet establecieron tímidos ataques que no fueron ni por asomo suficientes para lograr tan ansiado tanto.
Tras el descanso, el Villarreal B se entregó por completo a la empresa de inaugurar el marcador mientras que el Gramanet hizo de su capa un sayo y adoptó un estilo del que Karl Rappan, inventor del catenaccio, se sentiría orgulloso. Y como no hay un buen cerrojo sin una contra rentable, el goleador Meca se encargó de esta tarea marcando un gol bendito para los colomenses y muy frustrante para el Villarreal B. A partir de aquí los jugadores amarillos dispusieron de un amplio abanico de ocasiones para lograr al menos el empate. Pero los nervios, la mala fortuna, y el eficaz juego defensivo desplegado por la 'Grama' impidieron que el marcador se moviese
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